lunes, 11 de enero de 2016

Reseña: Yo fui a EGB 3-Javier Ikaz/Jorge Díaz




Título: Yo fui a EGB 3
Autores: Javier Ikaz/Jorge Díaz
Editorial: Plaza & Janés
Nº de Páginas: 288
ISBN: 9788401015885
Año de edición: 2015




SINOPSIS DE LA EDITORIAL: 


¿Recuerdas los largos y fabulosos veranos que pasabas en el pueblo con tus abuelos?

¿Todavía te sabes de memoria las canciones de los juegos de tu pandilla?

¿Volverías a revivir las anécdotas de clase?


Hay muchas historias de EGB por contar y Jorge y Javi, los creadores de Yo fui a EGB, están dispuestos a acompañarte por todas ellas. Descubre las nuevas sorpresas, emociones y recuerdos que contiene este tercer volumen de Yo fui a EGB.



JAVIER IKAZ Y JORGE DIAZ, LOS AUTORES: 


Javier Ikaz nació siendo aún muy pequeño, concretamente un abril de 1978, pero con la total convicción de que no le gustaría ir a clase. Cuando llegó el momento de ponerse la bata y acarrear una pesada mochila descubrió que aquello tampoco estaba tan mal, a pesar de las matemáticas. Hizo muchos amigos de los que se alejaba cuando se ponían a jugar al fútbol, ocasión que aprovechaba para leer y escribir. De hecho la afición la mantiene y le ha permitido publicar varios libros, y gracias a su cinefilía ha dirigido numerosos cortometrajes y un documental. No era mal estudiante y mucho menos bueno, pero finalmente acabó con el libro de escolaridad en un cajón del mueble del salón, junto a un montón de cartas del banco sin abrir, y con un título de informático sin ejercer.

Desde bien joven desarrolló un oído musical nefasto, a pesar de tener la casa llena de cassettes de todo tipo. Una vez se encontró una moneda de cien pesetas en la calle y descubrió que la vida merece la pena. Desde entonces lee y escribe como si no hubiese mañana. A veces hasta de manera profesional.



Jorge Diaz nació en Bilbao en abril de 1971 y hubiera pasado totalmente desapercibido durante los ocho años de su EGB de no ser por aquellos cuadernos de matemáticas en los que utilizaba la regla hasta para hacer el símbolo "más" y aquella dichosa canción que un profe les mandó inventar y que a punto estuvo de convertirse en el himno del colegio. Siempre suspendía gimnasia, calcaba los dibujos y se ponía rojo como un tomate cuando tenía que hablar en público, ¡imaginaos cuando tuvo que pasar por todas las clases cantando su canción. 

Se aficionó a llegar tarde por las mañanas y enseguida descubrió que el pasillo no era ningún castigo. No ganó ni una sola medalla, pero sí un montón de amigos que todavía conserva y a los que sigue llamando por su mote del cole. 

De la universidad salió con un título en Ciencias de la Información (Publicidad) que le permitió trabajar como creativo en varias agencias de publicidad hasta que hace un par de años decidió montar la suya propia, Pentsaleku, ese lugar al que mandan a los niños a pensar cuando se portan mal. Además de diseñar, bloguea y, durante los últimos ocho años, ha escrito en un montón de publicaciones hasta hacer de los blogs su profesión y conseguir hablar de música sin necesidad de tener que cantar. Hace muy poco descubrió que ya no se pone colorado. 


IMPRESIONES: 



Tras el éxito obtenido con el primero libro de Yo fui a EGB hubo una segunda parte, que acabó con el tópico de “segundas partes nunca fueron buenas” ya que estuvo incluso hasta mejor que el primero. Y como ya dicen que “no hay 2 sin 3”, estas navidades, nuevamente, salió el tercer volumen de lo que tiene pinta que va a ser una enciclopedia como esas que teníamos todos en el salón de casa tras estar un buen tiempo coleccionando fascículos.  





Este tercer libro, como iréis viendo en la reseña, es más costumbrista que los anteriores. Quizá sea como un resumen de lo que vimos en los 2 primeros, pero también aparecen cosas nuevas porque hay que ver lo que dio de sí esa época y lo que te hace sacar de la memoria estos libros. 

Como seguro sabréis, todo empezó con un grupo de Facebook llamado Yo fui a EGB donde los administradores (y ahora autores de los libros) recordaban todo lo relacionado con los años de la EGB (ese sistema educativo que estuvo vigente durante los años 70-90). Luego dio paso a un blog del mismo nombre (que se colgó el día que empezó) y tras el éxito obtenido, qué mejor forma que pasarlo todo a papel (que era cómo leíamos en esa época).

En la portada de este tercero otra vez aparece el fui de Yo fui a EGB con la tilde tachada (es el día de hoy y todavía no sé si hay que ponerla o no). Esta vez sobre una hoja de 2 renglones como las que utilizábamos para los ejercicios de lengua y todas aquellas materias donde no teníamos que hacer cálculos.  


Al abrir el libro encontramos una foto de un salón-comedor de los de la época con su tresillo de skay, su librería donde no faltaba el mueble-bar o la enciclopedia de turno. Y, como no, el teléfono de disco sobre su mesa telefonera. Sólo falta tele, que supongo que estaría donde se ve la radio. 



En la parte final aparece la cocina típica de la EGB con aquellos muebles llenos de armarios, la mesa de formica y la panera encima de la nevera. ¿A qué con sólo verla os viene el olor a Cola-Cao




El libro está divido en 10 partes a través de las cuales podemos recordar cómo eran los años de nuestra infancia.  

CAPITULO 1: LOS PROFES

Con la foto del inolvidable Don Matías de la peli de Parchís (foto) empezamos a recordar nuestros años en el cole con un dictado de esos que había que estar muy atento para no cometer ninguna falta de ortografía. Luego venía corregido con esa B inconfundible que todos los profes hacían igual ¿No tendrían una plantilla?




Muchas veces los profes tenían un mote que le poníamos los alumnos y que iba pasando de generación en generación. Yo creo que en todos los colegios había una Doña Urraca o un Conejo, ya que lo de los animales era muy recurrente. Así que yo recuerde, en mi colegio había una profesora a la que todo el mundo llamaba “La Urko” según parece porque tenía una llave que ponía Urko. Tardé muchos años en enterarme del motivo de su apodo y nunca me imaginé que pudiera venir nada menos que de una marca de llaves. Por cierto, era un todo un personaje, la buena mujer, que tanto daba religión como trabajos manuales (aquello que luego se llamó Pretecnología) pero que también ensayabas un villancico mientras ella tocaba el piano. Ya os digo que con este libro salen todo tipo de recuerdos.

Al menos la profe en cuestión que os comentaba tocaba un instrumento porque lo que es la profe de música (a la que llamábamos Betovina) que yo recuerde nunca la vi con una flauta que nos ensañaba a tocar. Como tampoco vi a ningún profesor de Educación Física hacer gimnasia o al de dibujo, hacer un dibujo en la pizarra (por no contar que la profesora que me tenía que enseñar a hacer punto, yo creo que no sabía ni coger unas agujas.). ¿Será eso de que en casa del herrero cuchillo de palo?

Tras hacer un buen repaso a todos los libros y material escolar con el que íbamos al cole, el libro recuerda aquellos juegos que improvisamos con lápiz y papel para matar aquellos tiempos muertos en los que no teníamos nada que hacer (por ejemplo, entre clase y clase o cuando faltaba un profesor). Un juego que nunca faltaba era ese de poner un nombre, apellido, cosa y animal (o lo que fuera) con una letra. Este juego nunca tuvo un nombre pero yo juraría que, al menos en una clase a la que fui, lo llamábamos “rin, rin, pasailabra”. Si eras original y tu palabra no la tenía nadie te anotabas 10 puntos pero si repetías, te apuntabas un 5. Y si no contestabas nada, te llevabas un 0, evidentemente. Al final ganara el que más puntos tuviera. Un gran juego sin duda. 




También estaban, como no, El ahorcado, el tres en raya o los barquitos (que luego MB se encargó de materializarlo). 

A lo que nunca jugué es a la paella, pero sé de gente que lo pasaba en grande levantándose cuando decían arroz, mejillón o calamar. Y, por supuesto, con la paella se levantaban todos.

Y, como todo no iba a ser diversión, al final de capítulo tenemos un control sorpresa con 10 problemas de matemáticas. Ya os digo que saqué un 5, así que aprobé. En él aparecen esos problemas malditos que decían que la edad de María es el doble que la de Juan o el de los trenes que se alcanzaban en un punto. Eso sí, para mí los peores eran los de los grifos; ya que yo creo que nunca fui capaz de resolver ninguno.



CAPITULO 2: EL DESCAMPADO

La mayoría de los niños de la EGB vivíamos en barrios que se habían desarrollado durante las décadas de los 60-70 en los que abundaban los descampados donde los niños jugábamos cuando no teníamos que ir a clase.



En este capítulo se recuerdan aquellas canciones que cantábamos durante nuestros juegos. Yo algunas no las conocía, ya que en cuanto a juegos y canciones se refiere, cada zona de España tiene los suyos. Y por zona me refiero no sólo a regiones, si no incluso hasta municipios y barrios dentro de la misma provincia. Os aseguro que yo que en mi infancia jugué en muy diversos lugares de España, veía que con sólo moverme un poco de mi zona habitual, comprobaba como había alguna cosa nueva que en donde vivía habitualmente nadie conocía.

Teníamos canciones para rifar algo, como por ejemplo quien se queda a contar al escondite (en algunas sitios se decía “ligársela”. No veis como ya empieza a haber diversidad incluso en el vocabulario). De las que vienen en el libro recuerdo la de “en un café se rifa un pez, a quién le toque el número 3” (ó el 10 que también valía).  

También para la cuerda (donde había un gran repertorio de canciones). Yo recuerdo la de “una dole tele catole quile quilete...” que en el libro la incluyen como una canción para rifar. Por supuesto la de “el cocherito leré me dijo anoche leré” (que sale en la peli de Los Goonies”). O la de “al pasar la barca me dijo el barquero las niñas bonitas no pagan dinero” o también la de “una, dos, tres, pluma, tintero y papel para escribir una carta a mi querido Miguel...” (luego la letra que conocía yo seguía de otra manera a como dice el libro). Con la cuerda se podía jugar a la barca o a la comba y las canciones variaban en cuanto a una forma u otra.  

A la cuerda jugué muchas veces, pero en la EGB hubo un juego entre las niñas que la desbancó y fue la goma, ya que tenía la ventaja de que si había poca gente podías atarla entre 2 barrotes y así todas podíamos jugar (quedarse parada con la goma era lo peor que te podía pasar, sin duda). Con la goma jugábamos a las alturitas donde había que saltarla o a hacer diversos juegos con ella cantando canciones como la de “patina patina patinaba una niña en París...” o “Escribe a máquina con más color y verás la cara de tu profesor...” que arrasó en varios lugares de España (se jugaba con la goma cruzada y decían que la canción venía de un anuncio que lo debieron poner en la tele cuando yo no había nacido, ya que nunca lo vi). Y si queríamos jugar en triángulo teníamos la del “Trina, Trina, Trinaranjus...”.  

Había también canciones para los juegos de palmas donde se trabajaba la sincronización. Una canción que marcó mucho fue la de “En la calle 24 ha habido un asesinato, una vieja a matado un gato con la punta de su zapato....”, que había que repetir la sílaba final y donde a parte de jugar con las palmas había que agacharse. Si fallabas, quedabas eliminada. Verdaderos campeonatos había con esta canción que es un auténtica crónica de sucesos con maltrato animal incluido. Porque estas canciones, a veces, eran un tanto políticamente incorrectas como una que trae el libro y que no conocía y que habla de un tal Federico que mató a su mujer y la hizo picadillo.... Y es que, como veremos más adelante, estos tiempos fueron un tanto peligrosos...

Y, por supuesto, también estaban las canciones de las excursiones (en mi colegio hacíamos siempre alguna excursión cultural y luego la de final del curso, que era la joya de la corona). Nada más sentarnos en el autobús empezábamos con nuestro cancionero habitual que incluía éxitos como “una sardina, 2 sardinas, 3 sardinas y un gato” o la de “ahora que vamos despacio vamos a contar mentiras tralalá”. También estaba la de “en la puerta del colegio hay un charco y no ha llovido...” si queríamos destapar algún romance oculto entre los presentes.


CAPÍTULO 3: ¿A QUÉ NO SABÍAS QUE...?

En este capítulo conoceremos algunas curiosidades relacionadas con nuestros ídolos de la época. Como se trata de “secretillos” tampoco me quiero explayar mucho ni desvelaros nada.

Aquí conoceremos por fin qué era Don Pimpón, ese muñeco que era intimo amigo de Espinete en Barrio Sésamo. También sabremos que la polémica estuvo presente en series como Pumuky (aquel duendecillo pelirrojo que se colaba en una carpintería) o en La bola de cristal, ya que aquello de “viva el mal viva el capital” que decía la Bruja Avería no debió gustar a todo el mundo 


También nos enteramos de cosas de nuestras películas favoritas como Los Goonies, Regreso al futuro o Indiana Jones.




Y, como no, tampoco la música se escapa y así conoceremos de donde viene el nombre del grupo Nacha Pop o que la canción de The final countdown de los suecos Europe no gustaba demasiado al grupo ya que no les sonaba muy rockera.



CAPITULO 4: MIS TERRORES FAVORITOS.  

Si hay una cosa que te gusta hacer cuando eres pequeño es hablar con otros niños de historias de miedo. Es cierto que lo pasas un poco mal, pero también esa sensación de temor, te hace soltar adrenalina y a la vez te gusta. Eso sí, sin pasarse y sin llegar a grandes extremos, como me pasó a mí una vez (ya os lo contaré más adelante).  

En el capítulo hablan también de otros tipos de miedos como el de ir al dentista o el de saltar el plinto en gimnasia. Pero yo me voy a centrar en esos momentos donde nos poníamos misteriosos contando historias que habíamos oído o que nos había ocurrido (sí, porque todos teníamos algún suceso extraño que contar como portazos inexplicables o voces que no sabíamos de dónde venían). 

También había leyendas que pululaban por toda España como la de la famosa Verónica que había muerto haciendo la Ouija y que iba a tu colegio (que en todos los colegios había una Verónica que había quedado entre 2 mundos). También la de la mano negra que si decías ciertas palabras en el baño después de tirar de la cadena, venía y te estrangulaba (no conozco a nadie que se atreviera a invocarla).  

Y como no: la chica de la curva, esa que hacía dedo y que cuando llegaba a una curva peligrosa tras avisarte del peligro, desaparecía sin más (se dice que ahí murió una chica hace varios años). Esta leyenda al parecer ya existía en el Siglo XVIII.  

No sé ahora pero durante aquellos años estaba muy de moda hacer la Ouija y jugábamos con ella como quien juega a las cartas. Siempre se decía que el vaso se movía por fuerza mental (pero el caso que yo la hice una vez y la copa corría por todas las letras).

Y si hablamos de miedo, no hay que olvidar el cine de terror de la época con películas como Poltergeist o El Resplandor con aquellas gemelas que aparecían en el pasillo de aquel terrorífico hotel. (foto).  

Tampoco la tele se quedó atrás y así tuvimos series como Historias para no dormir de Chicho Ibáñez Serrador o el cortometraje La cabina, que si lo veías no querías hacer una llamada desde una cabina más en tu vida.




Eso sí, para miedo el que el pasamos con una miniserie basada en una novela de Stephen King llamada El misterio de Salem's Lot. En ella aparecía por la ventana un niño fallecido y se metía en la habitación de su hermano. Recuerdo que esa noche no quería dormir y no podía ni mirar por la ventana de mi habitación. Terror es lo que pasé y hasta me oyeron algunos vecinos por el patio. Os dejo el enlace que encontré en you-tube de la escena que os menciono (la serie seguía unos capítulos más, pero no los vi, evidentemente). En el libro hablan de esta terrorífica secuencia que, sin duda, marcó a muchos niños de la EGB.






También la música tuvo su homenaje al miedo con el archifamoso vídeo-clip de Michael Jackson, Thriller. que está considerado el mejor de la historia. Y es que el miedo puede dar mucho juego, está visto.  






CAPITULO 5: DIA DE FERIA.  

Este es uno de los capítulos con los que más he disfrutado, ya que a través de sus páginas recordaba aquellos días que había feria en mi barrio.  

A finales de abril llegaban los feriantes y empezaban a montar las atracciones con las que nos íbamos a divertir durante los días que duraban las fiestas. No faltaba el Saturno, el Saltamontes, El Zig-Zag o aquella barca que se balanceaba de un lado para otro y a la que nunca me atreví a montar.

Pero si había una atracción reina esa era los coches de choque. Siempre estaba apartada y al final de la feria por su magnitud. Se convertía en la discoteca de la feria, sin duda, debido a la música que ponían y como te podías sentar en unos barrotes que había alrededor de la pista, ahí sólo faltaba una barra para consumir una bebida. Nunca faltaban Los Chichos o Las Grecas, pero también se acordaban de los éxitos del momento como los de Bon Jovi o Patrick Hernández. A veces nos animábamos y montábamos (y pobre de ti se quedas atascado en mitad de la pista). 






Y si no queríamos esperar a las fiestas de nuestros barrios o pueblos de vacaciones, podíamos hacer excursiones a los Parques de Atracciones de Madrid o Barcelona. Sólo conozco el de Madrid, en el que había atracciones como el Gusano Loco (aquel que te tapaba con una lona durante un tiempo) o el Twister (al que yo llamaba la lavadora y que nunca me atreví a montar. Recuerdo que había gente que echaba la “pota” nada más salir). Y, como no: La Siete Picos, que durante muchos años fue la montaña rusa de Madrid por excelencia.  

En este capítulo también se hace mención a 2 habitantes muy importantes de los Zoos de Madrid y Barcelona: el oso panda Chulín del primero y Copito de Nieve, el gorila albino del segundo. Sólo conocí a Chulín, que fue el primer oso panda nacido en cautividad fuera de China. Se convirtió en el madrileño más famoso de los 80 y en la atracción mayor del zoo durante aquellos años. Recuerdo que siempre estaba rodeado de gente que lo quería ver, ya que era como uno oso de peluche. Nos dejó en 1996 sin descendencia. En cuanto a Copito de Nieve, aunque tuvo muchos hijos, nietos y bisnietos, ninguno sacó su peculiar característica. Nos dejó en 2003. 




CAPITULO 6: EGB CON LOS CINCO SENTIDOS

Este es, sin duda, el capítulo más difícil de todos, ya que hay sentidos que es complicado recordar a través de su lectura.  

El primero es el olfato y ahí tendríamos, por ejemplo, el ambientador en forma de pino que nuestros padres tenían en el coche y que en cuanto montabas en él, ya te mareabas.  

Y, como no olvidar el olor a ceras Manley o el del pegamento Imedio, que más de un colocón provocó a algunos niños de la época.  

Y si hablamos de olores, no nos podemos dejar nuestro perfume: Chispas, que para muchos fue nuestra primera colonia.

El segundo es el oído, con sonidos “inolvidables” como el de el Spectrum cargando un juego o el de las primeras conexiones a Internet o cuando codificaban el Canal Plus y ya no podías ver la película o el partido de la jornada (se decía que cierta película de los viernes por la noche llegaba a congregar como a 25.000 personas que no les importaba ver aquello sin codificar).  

En cuanto a sonidos agradables, nos encantaba la canción de Movierecord que ponían antes de empezar la película o la de la máquina de petacos que había en todos los bares (que por cierto ¿os acordáis del ruido de las monedas al caer de aquellas máquinas en las que había que hacer combinaciones y si salía premio ganabas un dinero?).  

El tercero es el gusto, con sabores agradables como el de la copa Dalky de Chamburchy (mmmmmm), algo olvidados como el de la Mirinda (que parece que todavía existe en algunas zonas de España) o resultones como el del Tang (aquel zumo que salía de unos polvos a los que había que echar agua). 





El cuarto es el tacto donde se lleva la palma ese juguete (por llamarlo algo) llamado Blandi Blub y que dañaba más de un sentido.... Y otros que desaparecieron también como el de las bolsas de leche, el del palo de las bolsas de pipa (con el pedíamos nuestros deseos) o el de la máquina de escribir, que también podría entrar perfectamente en los sonidos de la época. Yo creo que fui de las últimas personas que compró una máquina de escribir de las antiguas. 

Y, por último, la vista. Aquí entraría la marca de la vacuna que muchos llevamos en el brazo a modo casi de tatuaje, la cuchara doblada Uri Geller (recuerdo que cuando lo vi en la BBC en Inglaterra, conté como pude en inglés que ese hombre había arrasado con todas las cucharas de España) o el cruce de piernas de Instinto Básico, del que se dice que es el momento donde más se utilizó más el Pause Still del vídeo para pararlo. Nunca cruzar las piernas dio tanto juego.  

Pero si hay algo que no volveremos a ver serán las pesetas, que nunca tendrán la personalidad de los Euros. Al menos yo sigo pensando en ellas todavía, sobre todo, cuando se trata de grandes cantidades de dinero. Sin duda, la peseta, es una auténtica seña de identidad de la EGB. 





CAPITULO 7: ¡CÓMO HEMOS CAMBIADO!

Este capítulo se puede considerar como un resumen de todo lo que conlleva el fenómeno nostálgico Yo fui a EGB, ya que en él vemos cómo han cambiado los tiempos desde que eramos pequeños hasta ahora. 

Por ejemplo, a la hora de jugar no se tenía en cuenta el peligro que podíamos correr y así encontrábamos columpios sin colchonetas en el suelo, por lo que si te caías ya sabías lo que te tocaba... 




Así, ahora vemos descabellado aquellas ideas para jugar que nos sugerían en los yogures Danone en las que nos incitaban a jugar con fuego o aquellos juguetes que hoy en día no hubieran cumplido ninguna normativa de seguridad o incluso juegos de mesa para hacer experimentos químicos o para realizar sesiones de espiritismo con la familia. Ya os decía antes que estuvo muy de moda jugar a la Ouija, pero que una famosa marca la vendiera como un juego de mesa familiar era demasiado. 

Tampoco existía el concepto de lo “políticamente correcto” y se consideraba gracioso que un niño se hiciese una foto con un cigarro en la boca, que en la cinta de Arévalo se anunciase que había chistes de “mariquitas” y gangosos o que en un famoso sketch de Martes y 13 saliese Millán disfrazado de mujer diciendo aquello de “mi marido me pega”. 




En cuanto a la publicidad, es cierto que hubo anuncios inolvidables, pero ahora muchos de ellos no pasarían ni un filtro ya fuera por el alto contenido machista que tenían o por lo inapropiado para el público infantil. Así,  había un anuncio de cerveza donde un niño la bebía, otro anuncio de Nocilla que tenía como lema que era “la merienda para los hombres fuertes” y otro anuncio que decía que que cierta bebida alcohólica era buena para que a los niños les entrase las ganas de comer. Recuerdo que mi madre ya detectaba el machismo en muchos anuncios y se indignaba que una conocida marca de fregar los cacharros tuviese uno en la que salía una mujer fregando y llegase un hombre diciendo que “mi mujer también lo usa”.  

En aquella época era muy normal ver a gente bebiendo alcohol y fumando como si tal cosa (o si no recordar al humorista Eugenio). Ambos hábitos estaban tan introducidos en nuestra sociedad que se veía con auténtica normalidad que en la caja de un juego de mesa saliese una familia donde el padre, a parte de sus gafas de cerca, tuviese una caja de cigarrillos. Nunca olvidaré cómo en un capítulo de Barrio Sésamo salió un padre que al llegar a casa abría el mueble-bar y se preparaba un pelotazo como la cosa más natural. 




Mención a parte hay que hacer de los anuncios de coches donde se llegaba a incitar al personal a cargarlos hasta los topes y a alcanzar más de 140 km/h. Por no hablar de aquellos niños que aparecían durmiendo tumbados tapados con una manta en el asiento de atrás de un coche... Ya visteis cómo eran nuestras sillas de seguridad de la época...




Pero que levante la mano quién comió cigarrillos de chocolate, viajó en un coche con más de 5 ocupantes y sin cinturón de seguridad, jugó con el mercurio del termómetro cuando se rompía o quemó una nube del kiosko antes de comerla (os confieso que yo hice todas esas cosas antes de cumplir los 18).  

Y es que algunas cosas cambian, afortunadamente, para bien.  


CAPITULO 8: ¡VAYA MENTIRA!

En este capítulo vemos las mentiras que nos contaban a los niños de la época. Muchas eran mentirijillas inofensivas pero también estaban las que procedían de las habladurías de la gente y que se llegaban a convertir en auténticas leyendas urbanas. La más conocida es aquella que decía que había que esperar 2 horas de la digestión para bañarse (hay quien todavía lo cree) o que si te tragabas un chicle se te pegaba en la tripa. Las chicas teníamos una que nos avisaba del peligro de lavarse de la cabeza cuando estábamos con la regla (o te volvías loca o se te cortaba de repente). Y no digo nada, cuando llegó el Tampax... Tanto fue el revuelo que causó y todo lo que se oía entorno a él, que la marca tuvo que hacer una campaña incitando a la gente a utilizarlo (con la famosa frase “y no pasa nada, nada”).

Había grandes leyendas urbanas como que Marilyn Manson es el niño de las gafas de Aquellos maravillosos años o que las alcantarillas de Nueva York estaban llenas de cocodrilos porque como había estado de moda tener este animal en casa como mascota, mucha gente al no saber qué hacer con ellos cuando crecían, se veían obligados a tirarlos por el water y así había un auténtico zoo en el subsuelo de la Gran Manzana.

Al final hay un test para acertar si eran ciertos los rumores que corrían en torno al pasado de Miguel Bosé como actor porno o si Pajares y Esteso aparecen en la película de Bud Spencer y Terence Hill “Y si no, nos enfadamos” 




Y sí, existió la Nocilla con sabor a fresa



CAPITULO 9: LOS ABUELOS

Este es un capítulo entrañable para homenajear a los abuelos de la época (tan diferentes a los de ahora). En este sentido, no todos nos podemos ver reflejados del todo en él, ya que está enfocado, sobre todo, a aquellos niños de ciudad que tenían sus abuelos en el pueblo y los iban a ver en vacaciones. No fue mi caso, pero aún así he visto los veranos de mi infancia donde las tiendas tenían esas cortinas de colorines (pero que también veía en las tiendas de mi barrio). 

Y como no, los helados de Camy (el Colajet y el Nifty eran mis preferidos), las galletas de Cuétara, el Flan Chino mandarín o aquellas casas de pueblo donde nunca faltaba el orinal debajo de la cama (lo siento, pero nunca fui capaz de utilizarlo bien), la tabla de lavar, el interruptor de pera o el transistor que todos los hombres llevaban en la oreja para escuchar el partido o el debate. 





Cuando los niños íbamos de vacaciones, desaparecíamos y nadie sabía de nosotros. Si acaso, recibías una carta o una postal contando lo bien que lo estabas pasando. De vez en cuando, llamabas a tu familia desde una cabina que nunca cerrabas del todo por miedo a quedar a atrapado o desde un bar donde había un teléfono con un marcador que te cobraba por pasos y que nunca acabaste de entender su forma de cobro... Para el whatsapp todavía quedaba... 


CAPITULO 10: LISTAMANIA

El libro acaba con listas de todo tipo para recordar cosas de la época. Como si fuera un álbum de cromos, aparecen películas de terror, de comedia y de aventuras. También presentadores de TV, programas infantiles o series extranjeras. Y, como no, la lista de nuestros ídolos con guaperas de la época como Tom Cruise o David Summers o sex symbols como la italiana Sabrina, que alegró la vista a más de uno una nochevieja. Finalmente tenemos 2 listas de regalos de comunión (una de los deseados y otra de los no queríamos y siempre aparecían). 




CONCLUSION:

Los que me seguís ya sabéis que me encanta todo lo relacionado con esta época y que, incluso, colaboré en el primer libro con una foto mía. Así que este año, aprovechando que los autores pasaron por mi ciudad, fui a verlos para que me firmaran este libro (ya que los 3 pesaban demasiado). Y, una vez más, he disfrutado recordando a través de sus páginas cómo fue mi infancia y juventud y ver cómo los tiempos cambian para bien en algunas cosas. Que en otras, cualquier tiempo pasado, nos parece mejor. Por lo demás, no puedo dejar de recomendar este libro, que no creo que sea el último de esta saga ¿Tendremos al final de año más fascículos? El tiempo lo dirá.  



7 comentarios:

  1. Qué bueno!!!
    Me encanta estos libros =)

    Besotes

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  2. Y yo con el primero en casa aún sin leer.
    Besos.

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  3. Tengo los dos primeros y me encantan
    Besos

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  4. No me he atrevido, pero igual ha sido un error. Lo reconsideraré.
    Saludos

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  5. Como te lo curras, estupenda reseña! qué tiempos aquellos! Besos

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  6. Me encantaría. Solo leí el primero y me quedé con ganas de más. A ver si me puedo hacer ocn los dos previos. Besos.

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